MV52: N°1 – Watchmen
Reseña: Juan José Sepúlveda
Lugar: 1 (109 puntos, 14 votos, 7 favoritos)
Guión: Alan Moore
Dibujo: Dave Gibbons
Watchmen #01-12
Primero, aclararé que esta reseña está hecha más para el ya lector, que para el nuevo lector. Básicamente porque es más visceral que lógica. Sin embargo, no me pego ningún spoiler, así que puede proseguir la lectura sin problemas. Dicho esto, prosigo con mi labor.
En algún momento en una conversación con mi amigo Toribio, me cayó la teja de un detalle no menor en el mundo de los comics. Si tú le preguntas a 100 cinéfilos cuál es la mejor película, no vas a obtener 100 respuestas iguales. Lo mismo con la música. Si tú le preguntas a mil comiqueros cuál es el mejor comic/novela gráfica (en mi cabeza la diferencia es tan ínfima que es inexistente) del mundo escucharás mil veces una palabra: Watchmen.
En algún (otro) momento escuché que me preguntaban de qué trataba Watchmen y caí en cuenta de otro detalle: lo fome que es el plot principal. Watchmen se trata de un grupo de compadres que eran súperhéroes, pero que no tienen súper-poderes y que están retirados de las canchas. Eventualmente, alguien comienza a piteárselos y ahí parte la historia. Nadie que no guste de las capas y calzones arriba del pantalón va a comprar una trama tan re-fome y teledirigida. Ahí, y después de la segunda lectura (van 3 y pienso que no van a acabar ahí) caí en cuenta de otro detalle que me hizo amar y rendir pleitesía a Watchmen: el personaje principal de Watchmen somos nosotros.
Pero este nosotros no es un yo, tú, ahora, en el 2014. Es un yo, tú que contempla toda una época y un contexto particular. El personaje principal de Watchmen es una sociedad completa, compleja, con determinados códigos y matices que configura y madura una trama magistral. Lo conceptualizaré como Contexto.
A ver, vamos por parte: todo comienza cuando el Comediante, uno de los vigilantes ya mencionados, es asesinado por aun-no-sabemos-quién y Rorschach, otro vigilante desde el cual observamos la mayor cantidad de narrativa, comienza a investigar lo sucedido. A este punto, y durante el resto de la novela mezclamos una narrativa detectivesca con paneles súper sencillos: cada hoja con 9 viñetas iguales entre sí (con algunas excepciones notables). Mucho juego de zoom-in y zoom-out acompañado de detalles textuales que uno lee y dice “wooo”. Por ejemplo, la broma del payaso Pagliacci. Mucha acción paralela con diálogos que apuntan a lo mismo desde lugares y contextos diferentes. Hasta que de repente no nos dimos cuenta y terminamos la novela.
Las páginas de 9 viñetas similares me da la sensación son porque ningún cuadro es más importante que el otro, y ni Alan Moore ni Dave Gibbons quieren que pongamos nuestra atención más en un lugar que en otro, pues cada detalle de cada cuadro importa. Además, le otorga un ritmo parejo a la narrativa que, dada la aparente complejidad que posee, como lector se agradece. El zoom-in y zoom-out constante es un juego de enfoque en donde, nuevamente, el ritmo es el importante. Y la acción paralela es para decirnos: no, no te voy a dejar tranquilo, necesito que prestes atención a todo lo que sucede en este mundo, porque en el mundo todo es importante. Creo que fue ahí, en ese punto, cuando noté la importancia del Contexto, la lógica existente en el mundo de Watchmen, y que es justamente ese Contexto el protagonista.
Otro elemento a destacar de la obra es la inclusión de “archivos” o “documentos” a la narrativa. ¿Cómo es eso? Al final de cada capítulo, observamos extractos de un archivo (que puede ser parte de un libro, diario, revista, panfleto, etc.) que se inmiscuye dentro de la narrativa, explicando, profundizando o dejando ver parte de la historia de los personajes y su relación con el mundo. Me gusta pensar que esos archivos están ahí pues son el marco teórico de la obra, ¿en qué sentido? En el sentido que nos explican cómo la configuración del mundo hace surgir a estos vigilantes, cuál es su génesis, qué hace el mundo, cómo es el mundo que logra que cada uno de estos compadres se ponga una capucha y salga a combatir el crimen.
El nivel de detalle con el que se trabaja esta obra es tal que debemos entender que la portada de cada capítulo es la primera viñeta. No es solo una portada bonita, sino que forma parte del capítulo como la viñeta 30 o la 10. Desde ahí es donde se comienza a narrar cada capítulo (cada uno diferente en tensión y ritmo al otro), y que finaliza con una frase ad hoc, ya sea de película, novelas, canciones, etc. Los nombres de cada capítulo tampoco son gratuitos: son el hilo conductor de cada capítulo y desde él ha de leerse cada página (la próxima vez que lean Watchmen, acuérdense de este consejo).
Good joke.
Everybody laugh.
Roll on snare drum.
Curtains.
La obra posee doce capítulos que son cada uno una hora del conteo hasta llegar a cero (¿conteo para qué? ¿Apocalipsis Nuclear? ¿Guerra mundial? ¿La llegada de Dios?). Ese juego con la palabra “Watch”, que es también reloj en inglés, cómo la piocha de Smiley, va adquiriendo significado propio a través de las viñetas.
Y los Relatos del Navío Negro. Quizá la pieza más importante, a mi parecer, de toda esta historia. Aquella que nos habla de lo cíclico, de las profecías auto-cumplidas, de lo poco que podemos hacer para evitar el futuro cuando nosotros ya lo pusimos en marcha, porque si el personaje principal de Watchmen es el Contexto, su trama es lo inevitable del futuro: Watchmen se trata de cómo, sin importar cuánto sepamos ni cómo actuemos respecto del futuro, este sucederá, porque ya lo hemos puesto a andar. A ver: Relatos del Navío Negro es un comic que lee un personaje secundario en la historia de Watchmen (oh sí, comic-ception: leer un comic dentro de un comic), y nos relata cómo un náufrago desea volver a casa para informar a su familia que viene el Navío Negro, un barco piloteado por Fantasmas. Por supuesto, cada parte de este relato se mezcla con los sucesos de la obra Watchmen, y cuando a veces estamos leyendo uno, en verdad estamos remitiendo al otro y viceversa. Resulta que ambos hablan de lo mismo, solo que con diferentes metáforas.
Esos son los elementos de Watchmen. Tenemos cosas preciosas como el capítulo que es narrado por Dr. Manhattan, donde en verdad nos hace pensar y sentir el tiempo como se supone él lo hace (no lineal); tenemos a Rorschach siendo psicoanalizado a través del Test de Rorschach (Rorschach-ception!); tenemos a una madre, a una hija y a un padre. Todo bajo la pluma de Gibbons, con retratos muy realistas (tanto, que Nite Owl tiene panza y no músculos), y bajo la maestría de Moore como guión. En definitiva, Watchmen es una novela gráfica que tuerce las herramientas propias de su género al límite, ocupándolas todas y cada una de ellas de forma magistral, sin dejar cabos sueltos, incluso tomando en cuenta la complejidad con la que trata. Además, es una obra sencilla: si la leemos a la rápida o en profundidad nos dirá exactamente lo mismo, pero sólo en profundidad apreciaremos los detalles que Moore y Gibbons ponen ahí para nuestro deleite. Porque Watchmen es eso: un deleite. Y lo único que queda es leerlo, y leerlo, y re-leerlo, y recontra-leerlo, hasta el hastío. Hasta que se cansen de pillarles cosas nuevas, hasta que se cansen de pillarle conexiones, hasta que se cansen de darse cuenta que Watchmen es un espejo, y la única forma de darse cuenta de eso es respondiendo a la pregunta:
¿Who watches the Watchmen?