"Marshal Law: Fear and Loathing" (1987) de Pat Mills y Kevin O'Neill
The Boys, veinte años antes. Eso es Marshall Law. Salido de la mente de uno de los guionistas más menospreciados de los ochenta, Pat Mills y Kevin O'Neill dan vuelta el género de los superhéroes cuando Frank Miller y Alan Moore aún no definían al pijamero moderno.
San Francisco ha sido azotado por un terremoto grado nueve que ha destruido todo, y lo que no, ha quedado de cabeza.
De las ruinas dejadas por el apocalíptico suceso se levanta San Futuro, una ciudad donde conviven ciudadanos normales y pandillas de superhéroes que se pelean por territorios, y que son producto de un experimento del gobierno, para generar supersoldados y ganar una guerra en Sudamérica que se está convirtiendo en el nuevo Vietnam del futuro.
Pero la guerra perdida tiene un inesperado coste: algunos de estos "héroes" han desarrollado una que otra psicopatía que los hace peligros públicos.
Para pararle los pies está Marshal Law, un policía que se mueve al borde de la ley, con inusitadas —y violentas— maneras para cazar a su presa.
Así se define el propio Marshal, un personaje que reconoce que tiene problemas psicológicos, un odio extremo a los héroes en pijamas.
"Fear and Loathing", como se ha denominado al primer volumen de este personaje, es un extraño regalo que envuelve la parodia, la crítica y un peculiar tratamiento de la violencia. Espíritu Publico —con un sospechosamente parecido Superman— parece estar relacionado con el Hombre Sueño, un asesino en serie que se oculta en la noche, y que ataca y agrede sexualmente a cualquier mujer que este vestida como Celeste, la actual novia de Espíritu Publico. Marshal Law tendrá que desenmascarar —nunca mejor dicho— toda esta trama de asesinatos, violaciones e intrigas que pretende destruir el canon del héroe bonachón.
El guion de Mills es elaborado y crítico. No solo hace burla y crítica del genero, si no que rasga hasta lo más profundo, sin detenerse ante nada. Su comportamiento, su psiquis, sus motivos y hasta sus trajes son apuntados con dardos, y donde seres maniáticos y asquerosos son mostrados, pues el ser un superhéroe, es solo una maniobra de publicidad.
El dibujo de O'Neill es el que nos tiene acostumbrado. Feista, sin proporciones y sumamente duro pero encaja plenamente con lo que Mills imagina: un San Futuro feo y desproporcionado, donde el protagonista solo parece estar más loco que los mismo psicópatas. Destaca además el color, que corre por parte del mismo O'Neill.
En definitiva, un comic interesante, sin ánimos de reconstruir el género heroico, sino el destruirlo completamente y propinarle un golpe de efecto al lector, pues lo héroes no existen en este universo.