The Sandman y yo – Parte 3: ¿Les gusta soñar?
Este es el final. Sé que por mucho que escriba de Sandman no le voy a hacer justicia. Si bien me encanta la obra de Neil Gaiman (como autor, en general, es de los mejores) no es mi favorita, pero está cerca de serlo, salvo por algunos detallitos que los diré en su momento. Pero este es el principio del fin, y hay que hacerlo correr.
Lo primero que supe de The Sandman fue a través de la revista de Superman de Ediciones Zinco, la cual la estaba publicando de manera mensual. No la pesqué mucho, más que nada porque acá donde vivo difícilmente llegaban comics regulares de personajes conocidos, menos iba a llegar uno relativamente desconocido.
La lectura real de la serie la hice años después, más que nada por la creciente necesidad de leer cosas diferentes a los comics de superhéroes. Había leído Swamp Thing de Alan Moore, varios números de Daredevil de Frank Miller y muchas de las creaciones de Alejandro Jodorowsky para las editoriales francesas.
Así, me acordé del “arenero” y me hice de su colección; más que nada, por recomendación del mismo Alan Moore, quien había seleccionado a Gaiman para seguir con Miracleman, colección que Moore ya no podía seguir escribiendo por contrato con DC.
Los primeros números fueron “raros” pero interesantes. Como que aún no se definía bien, hacia qué género se perfilaba la colección. Hay momentos de terror bien logrados, pero no me habían podido erizar los pelos como, por ejemplo, la aparición del invunche en Swamp Thing o el número 6 de Watchmen. Quizás sea porque mi autor favorito es Moore y tiendo a comparar a los demás con él. Me parecía que Morfeo era demasiado parecido al “hombre verde”, en términos de estructura narrativa, incluso hay apariciones claves, como Constantine o la Liga de la Justicia, tal como Moore lo hizo en su momento.
Lo que me motivó a seguir leyendo fue quizás el viaje al Infierno, donde Sueño recupera su yelmo. Siempre me ha parecido que el Diablo puede ser un personaje que puede dar mucho de sí y aquí me dejó intrigado: promete vengarse de Sueño (un ser Eterno) y me da curiosidad cómo lo va a hacer.
Gracias a esa intervención, termino de leer Preludios y Nocturnos y paso al siguiente arco argumental: El son de sus alas.
Para muchos es un preludio a Casa de muñecas, pero para mi es quizás uno de los mejores números de la serie. Se deshace del tono de terror (que si bien vuelve, no es el principal tema de la serie) y se va más por el lado de la reflexión y la melancolía. Sueño es visitado por su hermana mayor: Muerte, la cual es representada de manera poco convencional hasta la fecha: tiene aspecto de mujer (por algo es LA muerte), vestida muy “cool” ella, de negro completo como una gótica, pero sin recurrir al vestuario cargado de cosas. Piolita. Además, es más sabia que cualquiera (Muerte es la segunda más “vieja” en los Eternos), pero no por eso tiene que tener un tono críptico al hablar. Se puede decir que Muerte me alegró la lectura esa vez y todas las veces que salió en escena.
De aquí en adelante todo mejora. Se crean personajes memorables, como el Corintio o el cuervo Matthew; pero lo más importante, se ve que tienen personalidades definidas y estas van cambiando de acuerdo a lo vivido en la colección.
Los que me conocen, saben que despotrico contra el anime/manga por que la gran mayoría de las series son una repetición del capitulo anterior. Son contadas con los dedos de una mano las series donde los personajes van cambiando o madurando a medida que transcurre el tiempo. Aquí en Sandman es todo lo opuesto. Incluso, se puede ver cómo Morfeo evoluciona de manera distinta y pueden ver atisbos de su personalidad pasada (mediante relatos históricos) como por ejemplo, cuando condena a Nada al infierno.
Eso es otro aspecto que me gusta de la colección. Hay relatos cortos y sagas largas. Esto hace que la lectura sea mucho más amena. Por ejemplo, después de Casa de muñecas vienen una serie de relatos cortos (conocidos como País de los sueños) que si bien tienen en común la presencia de Sueño (en distintas formas), no están relacionados entre sí. Por ejemplo, tenemos a Caliope, una historia agobiante con tintes de terror; y después salta a Sueño de un millar de gatos, que bebe más de cuentos antiguos y relatos mágicos. Notable, además, cómo Gaiman hace lucir su “cultura de enciclopedia”, como lo hace incluyendo personajes históricos, como Shakespeare en Sueño de una noche de verano.
Otra cosa que me gusta de la serie es la inclusión de detalles que luego son tomados he incluidos en tramas posteriores. Ejemplo de esto es el introducir el concepto de los Eternos como familia, que luego sería explotado en Estación de nieblas en una de esas memorables “reuniones familiares” o el encarcelamiento de Nada (mencionada más arriba) y la venganza de Lucifer. Todos estos detalles, personajes y curiosidades, convergen en el gran final, donde todo cobra un sentido y sentimiento.
Más menos esa es la estructura de Sandman, obviamente van a tener ustedes que leer cómo se desenvuelven los distintos personajes, entre las dispares historias que se presentan.
Pero ¿es Sandman una obra perfecta?. No, y puede que esté lejos de serlo. No quiero decir con esto que sea mala, ya que sería totalmente injusto, pero hay ciertos aspectos que le bajan un poco el puntaje.
El gran “pero” es en el aspecto visual, al principio de la serie. A pesar de disponer de autores bastante destacados, Gaiman da la impresión de no poder aprovecharlos a plenitud. Hay paginas en que el relato pareciera que fuera entorpecido por el dibujo y a veces este puede ser caótico. Quizás sea un aspecto menor, pero estamos hablando de un comic, y es obvio que el dibujo va a ser parte importante de la historia. Eso sí, esto se va solventado a medida que pasan los números, llegando a la obra maestra en este apartado con El velatorio, donde el dibujo de Michael Zulli al principio de la historia es preciso para el tono melancólico del comienzo y después cambia de autor a un soberbio John Muth para ese penúltimo capitulo filosófico. Para el final, es Charles Vess quien cierra todo, con Shakespeare (y Gaiman) sellando el candado del boliche. Sin duda, el dibujo a esta altura es ya parte de la trama, no así al principio, donde más parece entorpecerla. Sin duda, esto debe ser a la inexperiencia del escritor ingles al principio de la serie, pero de que está ahí, lo está, y puede agobiar a lectores jóvenes.
Mas allá del aspecto mencionado arriba, Sandman goza de gran salud a medida que pasan los años. Se sigue editando y convirtió a Gaiman al autor que es ahora. Para el otro regular de las serie, también significó ponerlo en el apartado de “autor de culto”. Me refiero a Dave McKean. Las portadas de Sandman son lo primero que se nos graba en la mente. McKean hace uso de técnicas dispares (como pintura o escultura) para lograr collages muy destacados, y sin duda las portadas son parte integral del sello de la colección.
Además de las mencionadas reediciones de la serie, también salieron varios spin-off protagonizados por secundarios de la serie (ninguno por el mismo Sandman, debido al especial acuerdo que hay entre Gaiman y DC, como mencioné en la parte 1) de los que destaco sin duda a los protagonizados por Muerte: Lo mejor de tu vida y El coste de la vida, ambos con Gaiman detrás.
Sé que dejo un montón de detalles fuera, o de historias destacadas, pero no me alcanza el tiempo. Seguramente, voy a releer esto y me va a dar rabia no poder contar más de la colección. Pero era algo que tenía que hacer. Siempre hago estas reseñas pensando en lo que me gusta, en cómo lo disfruté y dedicado a la gente que aún no goza como yo lo he hecho. ¿A quién no le gusta hablar de lo que le gusta? He escrito sobre cosas que no me agradan (como en el caso de algunos juegos) y resulta un ejercicio súper forzado. Por eso me he tirado a la piscina con Sandman, porque es un cómic que me ha encantado (de vez en cuando releo alguna saga, como la del Cuco) y me acuerdo que me tengo que sacar este empacho. Seguramente voy a escribir más delante de otras obras con las que la van a pasar chancho leyendo/viendo/jugando, pero por ahora voy a descasar. No voy a soñar, porque sonaría cliché. Y no me gustan los clichés.