The Sandman y yo – Parte 2: Sueños, pesadillas y despertares
El señor de los sueños ha estado ausente durante setenta años. Cautivo por motivos mundanos, Morfeo ahora es libre y se plantea un objetivo en su existencia. Él es uno de los Eternos, una de las familias más disfunciionales jamás creadas. Muchos personajes, muchas historias, mucho encanto. Muchas cosas buenas por que soñar.
Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.
Antonio Machado (1875-1939), poeta y prosista español.
The Sandman, en pocas palabras, trata de nosotros (representados por Sueño), como seres individuales, de nuestra familia y cómo nos relacionamos con ella y cómo estamos destinados al cambio. Seguramente me van a matar por hacer una frase tan simplista con la obra de Neil Gaiman, pero me voy a explicar plenamente.
La historia parte con Sueño encarcelado en una burbuja. Sueño pertenece a la familia de los Eternos (The Endless), representaciones de los principios básicos y fundamentales del Universo, que nacieron en el alba de los tiempos y que perecerán cuando el fin de la existencia se precipite. Están por encima de criaturas, de planetas, de galaxias e incluso de dioses y son siete hermanos: Destino (Destiny); Muerte (Death); Sueño (Dream); Destrucción (Destruction); Deseo (Desire); Desesperación (Despair); y Delirio (Delirium).
Sueño (o Morfeo; como lo prefieran) ha sido atrapado por una secta de magia negra en 1916. Este encarcelamiento es por error, ya que lo que realmente quería la secta era encarcelar a Muerte, la hermana de Sueño, y así poder vivir eternamente. Como resultado, “el protagonista” pasa setenta años encerrado y durante ese periodo de tiempo, la humanidad se ha sumido en las pesadillas. Estas pesadillas, en 1939, inspiran a Wesley Dodds a transformarse en The Sandman original y emprender su lucha por la justicia.
Mientras Morfeo está cautivo, el Reino de los Sueños ha perdido su “status quo” y se ha sumido en un caos, y donde Bruto y Glob se han aislado en una región desconocida junto con el alma de un humano: esta sería la segunda encarnación de Sandman, la que ideó Jack Kirby en los setenta.
Eventualmente, Sueño se libera de su prisión y vuelve a su devastado reino. Para reconstruirlo, necesita de los objetos sagrados que le han robado. Así parte el primer arco argumental de The Sandman, donde Morfeo viaja a distintas regiones para recuperar lo que le pertenece y, de paso, devolver el orden a su reino.
Gaiman utiliza esta excusa para darnos un tour de force alrededor de los distintos planos donde se desarrollará la trama: el reino de Sueño, nuestra realidad (en cualquier época), el infierno, etc.
- Lucifer:
¿Por qué deberíamos dejarte marchar? Yelmo o no, no tienes poder aquí... ¿Qué poder tiene Sueño en el infierno?
- Sandman:
¿Que no tengo poder? Quizá digas la verdad. Pero... ¿qué Sueño no tiene poder aquí? Dime, Lucifer... Pregúntense todos... ¿Qué poder tendría Infierno si los aquí encerrados no soñaran con el Cielo?
Además, dibuja trazos para distintos personajes secundarios (destaco a Lucifer y no me voy a cansar de repetirlo) y nos recuerda que la colección esta situada en la continuidad de DC Comics con la aparición de John Constantine y el fugaz cameo de Mister Miracle y J’onn J’onnz.
Después de primer arco, aparece la que es quizás el mejor personaje de la serie (con disculpas a Lucifer, mi segundo favorito) la hermana mayor de Sueño: Muerte.
Este encuentro es la clave del resto de la serie. Sueño es un Eterno, con una labor específica en la creación y con una personalidad bien definida: es serio, solitario y meditabundo. Muerte es todo lo contrario (y contrario a representaciones clásicas de la muerte). Muerte es alegre, cuenta chistes y aprecia la vida.
Así parte un camino de conocimiento, cambio y, por sobre todo, el enfrentamiento de Sueño con los errores del pasado y su corrección. La representante de esto sin duda es Nada, la enamorada de Morfeo que, al rechazarlo por temor, fue confinada al infierno.
Otro de los recursos utilizados para ejemplificar la duda de cambiar o morir, es su presencia en la historia humana, como fuente de inspiración en varias áreas. Aquí Gaiman se luce, gracias a su gran dominio histórico. Augusto Cesar o William Shakespeare se cruzan con personajes creados para la trama, como el caso del hombre que vive eternamente, el cual es lo más parecido a un amigo para Morfeo. De este tipo de historias, surgen cuentos como Sueño de una Noche de Verano, Agosto o Ramadan, que pueden estar inconexas entre sí, pero que al final de la trama se unen de manera majestuosa.
Volviendo al tema de “corregir errores del pasado”, otra trama destacada es la del hermano perdido de Sueño. Aquí es donde el aspecto familiar de la obra de Gaiman destaca. Cada hermano representa principios básicos del ser humano, y son de personalidades muy distintas (como ejemplifiqué con Sueño y Muerte), pero aun así son hermanos. Se preocuparon por la ausencia de Sueño y siguen preocupados por el hermano perdido. La capacidad de generar personalidades distintas y de relacionarlas entre sí es un lujo que pocos autores se puede dar, y Gaiman lo maneja perfectamente.
Otras historias también pueden destacarse: Sueño de un millar de gatos, Casa de muñecas o Estación de nieblas, pero son buenas historias por separado y piezas de arte en conjunto, donde su punto máximo se alcanza en Las benévolas y El velatorio, donde Sueño al fin encuentra la paz y la vida que tanto quería.
Son 75 números de introspección, de búsqueda, de poesía, de historias de amor, terror, agonía, etc.; tan bien escritos que, a medida que avanzan, parecieran que nos cayeran piezas de un rompecabezas y, al final, una vez que disponemos de todas, armamos un cuadro hermoso, llenos de detalles, apacible y caótico a la vez. Como son los sueños cuando somos niños. Pero tuvo que terminar en algún momento. Tuvimos que despertar.